"La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Por tanto, desechemos las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz. Andemos decentemente, como de día, no en orgías y borracheras, no en promiscuidad sexual y lujurias, no en pleitos y envidias; antes bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no penséis en proveer para las lujurias de la carne."
Romanos 13:12-14
La lujuria y fornicación son los pecados que más daño emocional y espiritual hace al ser humano.
La palabra “fornicación” es parte de un grupo selecto de cinco palabras que juntas aparecen cincuenta y cinco veces en el Nuevo Testamento. La palabra se refiere a una variedad de actos físicos sexuales entre dos personas que no están casados legítimamente.
Se ha puesto de moda el ejercicio de la sexualidad como si de un juego placentero se tratara y las consecuencias son muy nocivas. Los medios de comunicación lo presentan, muchas veces, como un modo de divertirse y como una forma de realización personal.
La Sagrada Escritura, que da sentido común y humanidad nos puede enseñar mucho, dice:
"Huid de la fornicación. Todos los demás pecados que un hombre comete están fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo."
1 Corintios 6:18
Pensar que todo es válido y que no tenemos consecuencias por nuestros actos, es signo de necedad y si no utilizamos la sabiduría espiritual se camina por un precipicio mortal. Es difícil aceptar el pecado en nuestra vida y con mucha superficialidad se niega lo evidente y se aplaude aquello que está desintegrando ciertas formas de vida que lesionan profundamente las virtudes y espiritualidad de las personas.
La Palabra de Dios muestra la verdad, por mucho que se la quiera contradecir se vuelve contra uno mismo si no la obedecemos.
“Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias. Más bien, revistámonos del Señor Jesucristo, y no nos preocupemos por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa”
Romanos 13: 13-14
En la sociedad actual la lascivia o lujuria se ha convertido en un gran negocio económico anuncios en televisión, películas, series, anime, manga, novelas, comics y redes sociales, se usa el sexo desmedido como un cebo para atraer la atención del público.
En el sermón del monte, Jesucristo habló con palabras muy severas sobre el adulterio y la lujuria, desafiándonos a hacer todo lo posible para evitar ser víctimas de los deseos pecaminosos y desenfrenados que lo único que producen es degeneración moral y pensamientos lascivos.
“Moisés también dijo: No sean infieles en su matrimonio. Pero ahora yo les aseguro que si un hombre mira a otra mujer con el deseo de tener relaciones sexuales con ella, ya fue infiel en su corazón”
Mateo: 5:27-28.
¿Está diciendo Jesucristo en este pasaje bíblico que no hay diferencia entre el adulterio mental y el acto físico? No. Lo que está diciendo es que ambos son pecados. Los actos se fraguan y se regulan en el corazón y la mente. La sexualidad ha sido creada por Dios para armonizar y ejercer su fin último que es la procreación. De ahí que el matrimonio es la expresión más hermosa donde se constituye una familia.
La sexualidad tiene sus raíces en el plan creador de Dios, pero la lujuria tiene sus raíces en la depravación humana.
“Pues la naturaleza pecaminosa es enemiga de Dios siempre. Nunca obedeció las leyes de Dios y jamás lo hará. Por eso, los que todavía viven bajo el dominio de la naturaleza pecaminosa nunca pueden agradar a Dios”
Romanos 8; 7-8
Todo lo que Dios ha creado es bueno pero es malo la perversión de cómo se usa.
En la antigua Babilonia se creía que tener sexo aseguraba una cosecha fértil. Heródoto, el historiador griego, nos habla del requerimiento anual para todas las mujeres vírgenes de sacrificar sus cuerpos en fornicación ante un extranjero en el templo de la diosa Afrodita.
Sin embargo, en la mayor parte del contenido del Antiguo Testamento, los términos “fornicación” y “adulterio” se emplean simbólicamente para ilustrar las acciones del pueblo israelita el cual rompió su “pacto” con Jehová adorando ídolos eso es adulterio espiritual.
El adulterio espiritual es infidelidad a Dios. Es tener un cariño indebido por las cosas del mundo y sin duda por otras falsas deidades, santos, ídolos o vírgenes. El adulterio espiritual es análogo a la infidelidad de su cónyuge:
“'Pero como una mujer que no tiene fe en su amante, has sido infiel para mí, oh casa de Israel', dice el Señor” Jeremías 3:20
El adulterio espiritual incluye cualquier forma de idolatría. En el Antiguo Testamento, los hijos de Israel trataron de mezclar la adoración de otros dioses como Baal con el de Dios al hacerlo, Israel se convirtió en una mujer adúltera que quería un esposo y otro amante.
La Biblia nos dice que las personas que eligen ser amigas del mundo son "personas adúlteras" que tienen "enemistad contra Dios" El "mundo" aquí es el sistema del mal que está bajo el control de Satanás El sistema mundial, con su esquema artificial y engañoso de valores falsos, búsquedas sin valor y afectos no naturales, está diseñado para alejarnos de una relación pura con Dios. El adulterio espiritual, entonces, es el abandono del amor de Dios y la aceptación de los valores y deseos del mundo.
La persona que comete adulterio espiritual es una persona que profesa ser un cristiano, pero encuentra su verdadero amor y placer en las cosas que Satanás ofrece. Para los creyentes, el amor del mundo y el amor de Dios son opuestos directos. Los creyentes que cometen adulterio espiritual pueden decir que aman al Señor, pero, en realidad, están cautivados por los placeres de este mundo, su influencia, sus comodidades, su seguridad financiera y las llamadas libertades.
El amor al mundo es ante todo una actitud del corazón de uno, y podemos deshacernos de la mundanalidad cultivando un nuevo afecto. Para evitar el adulterio espiritual, pon tu corazón en las cosas de arriba, donde está Cristo, sentado a la diestra de Dios. Pon tu afecto en las cosas del cielo, no en las cosas de la tierra.
Jesús dijo: “Nadie puede servir a dos señores. O odiarás a uno y amarás al otro, o te dedicarás a uno y despreciarás al otro ” La Biblia nos exhorta: No amemos al mundo ni a nada en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor por el Padre no está en ellos. Porque todo en el mundo, la lujuria de la carne, la lujuria de los ojos y el orgullo de la vida, no proviene del Padre sino del mundo. Los creyentes deben repetir las palabras del antiguo himno: “El mundo detrás de mí, la cruz delante de mí; no hay vuelta atrás."
Cristo citó uno de los diez mandamientos, “No cometerás adulterio”. Claramente esto se refiere a un acto sexual físico de alguien que viola un pacto matrimonial. Pero el Salvador expande el alcance moral al dirigirse a la disposición mental que guía a alguien a cometer el acto físico.
Él habla de un hombre que mira detenidamente a otra mujer que no es su esposa con un deseo sustancial de estar sexualmente con ella. Este no es un ligero vistazo. La persona lujuriosa está haciendo mentalmente lo que él o ella casi seguramente haría físicamente, si se diera la oportunidad. Los cristianos deben reconocer aquellos pensamientos y acciones que mucho antes de que acontezca un pecado sexual crean la posibilidad de una auténtica tentación, y deben tomar acciones urgentes para evitarlos.
Un pecado en el “corazón” es serio, pero no tiene la equivalente consecuencia temporal que un acto físico tiene. La lujuria es de la misma naturaleza que el acto, pero no es el acto mismo el pensamiento lujurioso no tiene condena de ningún código o corte terrenal pero Dios conoce todos los pensamientos de los seres humanos y sabe lo que se forma en el corazón de cada uno de ellos y tiene el poder para perdonar cualquier clase de adulterio que cometas, examina tu corazón con una mente sincera y acude a a los pies de Cristo para confesar en arrepentimiento y cambiar definitivamente tu vida, porque no hay paz en la vida de alguien que vive con lujuria, fornicación y el evidente adulterio que comete contra Dios y su pareja. Hoy es tiempo de cambiar toma la mano de Jesús y no la sueltes nunca.