"Asimismo, vosotros los más jóvenes, estad sujetos a los mayores; y todos, revestíos de humildad en vuestro trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes…"
1 Pedro 5:5:6
El orgullo es un sentimiento de satisfacción excesiva que una persona tiene de sí misma, de acuerdo con sus características, cualidades y acciones. Una persona orgullosa muestra soberbia, altivez, vanidad, arrogancia e incluso puede mostrar un desprecio hacia otras personas.
“Seis cosas hay que el Señor odia, y siete son abominación para El.
Los ojos altivos, la lengua mentirosa, Las manos derramadoras de sangre inocente,
El corazón que maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal,
El testigo falso que habla mentiras, Y el que siembra discordia entre hermanos.” (Proverbios 6:16)
Lo primero en la lista son los ojos soberbios, los cuales son las ventanas de un hombre arrogante hacia el mundo. Desde lo alto de su propia superioridad, los usa para mirar a otros. Desde su pedestal, creado por él mismo, cree que puede ver con mayor claridad que su Creador.
“Abominación al Señor es todo el que es altivo de corazón; ciertamente no quedará sin castigo” (Proverbios 16:5).
Dios castiga al orgulloso que se goza en su soberbia, tarde o temprano recibirá su paga.
En lugar de albergar pensamientos de amor hacia los demás, el hombre orgulloso alberga juicio y amargura. En lugar de expresar bondad y compasión, expresa desprecio. Está convencido de su superioridad en cuanto a logros, intelecto, moralidad, o espiritualidad. Está obsesionado consigo mismo.
El orgullo es, en primer lugar, una actitud de independencia de Dios. En la Escritura es también sinónimo de burla, arrogancia, insensatez, maldad, y crueldad. Se opone directamente a la disposición humilde, temerosa de Dios, sumisa, modesta, confiada, y llena de fe, que es agradable a Dios.
“El orgullo, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa, yo aborrezco”, dice Dios (Proverbios 8:13)
Ningún defecto se opone más a Dios que este. Dios odia el orgullo porque es una manifestación de la más profunda depravación, la raíz de todas las formas de pecado. El principal defecto y el mayor mal, es el orgullo, el cual te hace alejarte de Dios y considerarte mejor que El, es un pensamiento y acto de total blasfemia, fue por orgullo que Satanas se convirtió en el diablo. El orgullo conduce a todos los demás defectos, es el completo estado de la mente en contra de Dios
El orgullo es una condición del corazón, en la que una persona ha suplantado el gobierno de Dios sobre su vida, con el gobierno de su propia voluntad. En lugar de depender enteramente de Dios, como era el designio de Dios, un corazón orgulloso ahora se ve a sí mismo para decidir lo que es bueno y malo. Este fue exactamente el error de Adán y Eva cuando decidieron desobedecer a Dios para ser como Dios.
El orgullo es un acto de rebelión contra Dios. La Biblia a menudo describe a Dios ejerciendo castigo sobre los soberbios. El rey Nabucodonosor de Babilonia puso su mirada altiva sobre sus logros y sufrió las devastadoras consecuencias.
“¿No es ésta la gran Babilonia que yo he edificado como residencia real con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad?”. Inmediatamente fue reducido a un estado animal hasta que se humilló lo suficiente (Daniel 4:30).
Hablando con la mente de Dios, el rey David dijo: “Destruiré al que en secreto calumnia a su prójimo; No toleraré al de ojos altaneros y de corazón arrogante” (Salmo 101:5).
En el Salmo 10 declara que el orgullo es ateísmo práctico: “El impío, en la arrogancia de su rostro, no busca a Dios. Todo su pensamiento es: ‘No hay Dios’” (Salmo 10:4).
Santiago declara que Dios actúa con un favor especial hacia los que son humildes, pero con feroz juicio contra los que son orgullosos. “Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).
La persona orgullosa enfrenta la ira justa de Dios. Sin embargo, aunque el orgullo es el pecado principal, también puede ser perdonado. Puede ser perdonado por el humilde Salvador, “el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló El mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8). Dios se humilló a sí mismo haciéndose hombre, sufriendo la indignidad de la muerte, llevando el pecado de la humanidad. El humilde se sustituyó a sí mismo por los soberbios.
Cristo se humilló a sí mismo, por eso pudo ser justamente exaltado. “Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9-11).
Se humilló para que nosotros también pudiéramos ser exaltados. Pero nuestra exaltación requiere primero humildad. Llegar alto requiere ir hacia abajo primero. “Humíllense en la presencia del Señor”, dice Santiago, “y El los exaltará” (Saniago 4:10). La esperanza de la orgullosa humanidad es la fe humilde en el humilde Salvador.
Confiese su orgullo, deje de pensar que no necesita a Dios, sea humilde y recibirá su perdón.