El solo escuchar la palabra pecado causa un rechazo inmediato, sin duda se imaginan que es cosa de fanáticos religiosos que solo buscan manipular y se llega a pensar que eso no existe, solamente son errores o defectos humanos. Sin embargo pocas veces se reflexiona en la propia conducta y la de otras personas, los que disfrutan mentir, estafar, robar, fornicar e incluso violar, torturar y matar, estas conductas no son simples errores, están determinadas por una naturaleza pecaminosa que los impulsa a actuar sin moral, en egoísmo y con maldad pues no les interesa el daño ocasionado hacia otros y las consecuencias de dichas acciones en cambio sólo piensan en el beneficio y el placer que les genera.
¿Te entiendes a tí mismo cuando quieres hacer lo que es correcto pero no lo haces.? En cambio, haces lo que odias. Pero si sabes que lo que haces está mal, eso demuestra que estas de acuerdo con los diez mandamientos de Dios. Quieres hacer lo que es correcto, pero no puedes. Quieres hacer lo que es bueno, pero no lo haces. No quieres hacer lo que está mal, pero igual lo haces. Ahora, si haces lo que no quieres hacer y estas consciente de que esta mal, realmente no eres tú el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en ti y esto no es para excusar tu conducta sino para que te des cuenta de que estas contaminado por el pecado y necesitas ayuda. Entonces ahora entiendes que tienes una naturaleza pecaminosa y en ella no existe nada bueno. Cuando quieres hacer lo que es correcto, no puedes evitar hacer lo que está mal. Si acaso tú amas más la luz, lo bueno y correcto pero hay otro poder dentro de ti que está en guerra con tu mente. Ese poder te esclaviza al pecado que todavía está dentro de ti, entonces ¡eres un pobre desgraciado!, ¿Quién te libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte? ¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo nuestro Señor.
La palabra pecado viene del latín peccatum que significa delito, falta o acción culpable, aquel que rompe una ley de manera consciente.
Existe otro tipo de pecado, es el conocido como pecado imputado, significa tomar algo que pertenece a alguien y acreditarlo a la cuenta de otro. Dios usó este principio de imputación para beneficio de la raza humana, cuando Él imputó el pecado de los creyentes a la cuenta de Jesucristo, quien pagó la pena por el pecado con su muerte en la cruz. Imputando nuestro pecado a Jesús, Dios lo trató como si Él fuera un pecador, aunque Él nunca lo fue, y lo hizo morir por los pecados de todo el mundo. Es importante entender que el pecado fue imputado a Él, pero Él no lo heredó de Adán debido a que es Dios encarnado. Él sufrió el pago por el pecado, pero Él nunca fue un pecador. Su naturaleza pura y santa no puede pecar. Esto lo hizo para perdonar todos lo pecados que cométemos a cambio de creer en Cristo con fe sincera.
El ser humano comete diversos tipos de pecados pero se pueden clasificar en tres: los pecados contra su prójimo; el homicidio, robo, mentira, ambición, orgullo, entre otros, el pecado contra sí mismo; la fornicación y finalmente el pecado contra Dios; la idolatría.
Es muy importante que el Espíritu Santo guíe tu vida pero para que esto ocurra necesitas fe sincera en Jesús, y solo entonces no te dejarás llevar por los impulsos de la naturaleza pecaminosa. La naturaleza pecaminosa desea hacer el mal, que es precisamente lo contrario de lo que quiere el Espíritu el cual nos da deseos que se oponen a lo que desea la naturaleza pecaminosa. Estas dos fuerzas luchan constantemente entre sí y tu victoria depende de tu Fe, autocontrol y fortaleza.
Cuando sigues los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición, egoísmo, orgullo, maledicencia, discordias, divisiones, envidia, borracheras, orgias, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos.
En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio.
Los que pertenecen a Cristo Jesús han clavado en la cruz las pasiones y los deseos de la naturaleza pecaminosa y los han crucificado allí.
Entonces puedes comprender que por haber heredado la naturaleza pecaminosa de Adán, cometemos pecados individuales y personales, desde la aparentemente inocente mentirilla, hasta el homicidio. Aquellos que no han puesto su fe en Jesucristo, deben pagar el castigo divino por estos pecados personales. Sin embargo, los creyentes han sido liberados de la condenación eterna en el infierno y de la muerte espiritual. Ahora podemos elegir si cometer o no pecados personales, porque tenemos el poder de resistir al pecado a través de nuestra fe en Jesús quien nos dió al Espíritu Santo que vive dentro de nosotros, nos guía, cuida, fortalece, ayuda a entender la Palabra de Dios y nos hace sentir muy mal cuando cometemos un pecado. Esto puede sonar a locura para el muerto en espíritu pero es necesario abrir tu mente y comprender que no solo tienes un cuerpo, eres un ser espiritual pero ese espíritu se mantiene muerto por tu falta de comunión con Dios, necesitas un intermediario y el único intermediario es Cristo, solo cuando le abres tu corazón, tu vida espiritual comenzará.
Independientemente de que creas o no, la realidad espiritual sigue su curso y ocupar tu mente solamente en la materia, escuela, trabajo, familia, dinero, diversiones y placeres te alejará de Dios, entonces en el día de tu muerte te encontraras en un lugar que pudiste haber evitado caer. La decisión más importante de tu vida es muy fácil de hacer; aceptar o rechazar a Cristo, piénsalo muy bien porque esta tendrá consecuencias para toda la eternidad.
Desear creer es el primer paso. Una vez que confesamos nuestros pecados personales a Dios y le pedimos perdón por ellos, somos restaurados a un compañerismo y comunión con Él. Como dice;
Independientemente de que creas o no, la realidad espiritual sigue su curso y ocupar tu mente solamente en la materia, escuela, trabajo, familia, dinero, diversiones y placeres te alejará de Dios, entonces en el día de tu muerte te encontraras en un lugar que pudiste haber evitado caer. La decisión más importante de tu vida es muy fácil de hacer; aceptar o rechazar a Cristo, piénsalo muy bien porque esta tendrá consecuencias para toda la eternidad.
Desear creer es el primer paso. Una vez que confesamos nuestros pecados personales a Dios y le pedimos perdón por ellos, somos restaurados a un compañerismo y comunión con Él. Como dice;
1Juan 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”
Todos somos condenados por nuestros pecados. El único castigo justo por el pecado es la muerte y condenación eterna. Afortunadamente todos los pecados heredados han sido crucificados en la cruz de Jesús, y ahora por la fe en Cristo tenemos redención por su sangre y el perdón de pecados. Puedes acceder a este perdón y salvación en el momento que decides creer sinceramente en Jesús
¿No te das cuenta de lo bondadoso, tolerante y paciente que es Dios contigo? ¿Acaso eso no significa nada para ti? ¿No ves que la bondad de Dios es para guiarte a que te arrepientas y abandones tu pecado?
¿No te das cuenta de lo bondadoso, tolerante y paciente que es Dios contigo? ¿Acaso eso no significa nada para ti? ¿No ves que la bondad de Dios es para guiarte a que te arrepientas y abandones tu pecado?
Pero si eres terco y te niegas a arrepentirte y abandonar tu pecado, acumulas un castigo terrible para ti mismo. Dios juzgará a cada uno según lo que haya hecho. Dará vida eterna a los que siguen haciendo el bien pero derramará su ira y enojo sobre los que viven para sí mismos, los que se niegan a obedecer la verdad y, en cambio, viven entregados a la maldad. Habrá aflicción y angustia para todos los que siguen haciendo lo malo.
No permitas que el pecado controle tu manera de vivir no caigas ante los deseos pecaminosos. No dejes que ninguna parte de tu cuerpo se convierta en un instrumento del mal para servir al pecado. En cambio, entrégate completamente a Dios. Si tú decides creer en Cristo el pecado ya no será tú amo y vivirás en la libertad de la gracia de Dios.
¿No te das cuenta de que uno se convierte en esclavo de todo lo que decide obedecer? Uno puede ser esclavo del pecado, lo cual lleva a la muerte, o puede decidir obedecer a Dios, lo cual lleva a una vida recta. Con Cristo eres libre de la esclavitud del pecado y te haces esclavo de la vida recta.
La naturaleza humana es débil y se deja esclavizar por la impureza y el desenfreno, lo cual te hunde aún más en el pecado. Cuando eres esclavo del pecado, estas libre de la obligación de hacer lo correcto.
¿Y cuál es la consecuencia? Que ahora estás avergonzado de las cosas que solías hacer, cosas que terminan en la condenación eterna.
“No hagas mal, y el mal no te alcanzará.
Aléjate del pecado, y él se alejará de ti.
No siembres en surcos de injusticia,
si no quieres cosechar de ella siete veces más.“
Eclesiastés 7:1
No te dejes engañar: nadie puede burlarse de la justicia de Dios. Siempre se cosecha lo que se siembra. Los que viven solo para satisfacer los deseos de su propia naturaleza pecaminosa cosecharán, de esa naturaleza, destrucción y muerte; pero los que viven para agradar al Espíritu, del Espíritu, cosecharán vida eterna. Así que no nos cansemos de hacer el bien. A su debido tiempo, cosecharemos numerosas bendiciones si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos el bien a todos.
Aléjate del pecado, y él se alejará de ti.
No siembres en surcos de injusticia,
si no quieres cosechar de ella siete veces más.“
Eclesiastés 7:1