martes, 30 de junio de 2020

LA SANTIDAD

Existe mucha confusión acerca de la santidad y no se trata de ser  extremadamente buenos  y sin pecado, pensar en ello es un error, tenemos una naturaleza pecaminosa y es imposible no cometer un pecado. De hecho no hay ningún humano justo ni uno solo. El único bueno y sin pecado es Cristo.

La santidad es estar apartado para Dios. Es decir no se debe al hecho de que somos unos seres humanos maravillosos y buenos, es el hecho de que Dios nos creó a su imagen y nos aparta de todas las demás formas de vida. Es así que por fe, amor y respeto a Él, tratamos de alejarnos de las perversiones del mundo y evitamos cometer actos de suma maldad; egoísmo, orgullo, violencia, fornicación, mentira, robo, idolatría, homicidio, etc. Pero eso es imposible de hacer nosotros solos, por lo cual es necesaria la fe en Cristo. 

Por lo tanto todo aquel que cree en Jesús es llamado santo y recibe al Espíritu Santo quien a partir de ese momento habitará en tu ser para ayudarte en esta difícil tarea de vencer la naturaleza pecaminosa, todo lo podemos en Cristo que nos fortalece. 

A pesar de que hemos sido manchados por el pecado, la imagen de Dios aún está presente en nosotros. Somos semejantes a Dios, y esa semejanza significa que la vida humana siempre se debe tratar con dignidad y respeto. 

Sólo Dios es santo en sí mismo. La vida humana solo es santa en el sentido de estar "apartada" para Cristo. La santidad debe motivarnos a luchar contra toda forma de maldad y de injusticia que se perpetúa contra la vida humana. La violencia, el abuso, la tortura, la violación, la opresión, el tráfico de personas, y muchas otras maldades también son violaciones de la santidad de la vida. 

Jesús dice, "'Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo". En estos mandamientos, vemos que nuestras acciones deben estar motivadas por el amor a Dios y por el amor a los demás. Si amamos a Dios, valoraremos nuestras propias vidas como parte del plan de Dios, para hacer su voluntad. 

La Biblia está llena de formas prácticas de valorar la vida humana amando a los demás: atendiendo a los enfermos, visitando a los encarcelados, alimentando a los hambrientos, vistiendo a los necesitados, buscando justicia para los oprimidos y cuidando a los huérfanos, las viudas y el extranjero. 

Estar apartados para Dios es más que tratar de alejarnos del pecado. Deberíamos ser agentes de amor y compasión en el mundo, aliviando el sufrimiento siempre que podamos y recordando que cada vida humana lleva la imagen de nuestro Dios. Lo más importante es predicar el evangelio, Dios quiere que todos se salven y tengan vida eterna porque así es cómo Dios valora la vida humana y desea que nosotros también lo hagamos. 

Si eres un santo de Cristo necesitas compartir la Palabra de Dios para que muchos crean en Jesús y sean salvos, es necesario practicar todas nuestras virtudes para poder ayudar a los demás y si nos hacen falta, tenemos la oración para pedir todo aquello que necesitemos, pide por sabiduría, compasión y amor al prójimo, al Eterno que es rico y abundante en toda virtud.



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